Si, ya recuerdo, me has acompañado siempre, aún desde antes de que naciera tú ya me esperabas, estabas predestinada para mí, sin embargo yo no te conocía, eras ajena a mi realidad, eras extraña, una desconocida. Cuando mi madre por fin me vió nacer tu ya sabías que algún día nos encontraríamos, de algún modo, todos lo sabíamos, sin embargo, pretendíamos ignorar eso y pensar en otras cosas.
A los siete años yo empecé a comprender ciertas cosas, entre ellas estabas tú, eras misteriosa, y eso me atraía mas a ti, y aunque no comprendía realmente la complejidad de tu belleza yo quería conocerte, pero no se lo dije a nadie, siempre fuí un poco tímido, y tu eras tan misteriosamente bella, además yo era muy pequeño y quizá por eso tú no te acercabas a mi.
La vida continuó normalmente, de arriba a abajo (y viceversa) como siempre; yo tenía unos nueve años cuando por fin te acercaste a mi, yo ya no estaba tan interesado en conocerte, mis pensamientos giraban en torno a otras cosas, ya no era ese niño pálido y de mirada triste, había cambiado un poco, y aunque seguía teniendo una mirada melancólica, en mi corazón existían sueños, ilusiones y un montón de cosas que con el tiempo fuí coleccionando. Pero eso no te importaba, después de todo tú ya estabas predestinada a cruzarte en mi camino algún día; por las noches me visitabas, me observabas por largas horas manteniendo tu distancia, como quien acecha a su presa antes de poseerla. Una de tantas noches tomaste una decisión, te recostaste a mi lado mientras yo dormía y muy suavemente rozaste mis labios, fue un beso que me quitó el aliento... y te fuiste, dejándome con el alma en los labios; recuerdo que aquella noche mi padre tuvo que sacarme en brazos, intentando hacerme reaccionar, y es que el veneno de tus labios me estremecía de tal manera que yo, literalmente, convulsionaba al no poder corresponder esos besos tuyos; recuerdo bien que la ultima vez que esto sucedió, mi padre me sacó al patio, estaba lloviendo, y solo al sentir las gotas de lluvia en mi cara pude reaccionar, era una extraña sensación, yo podía ver y escuchar todo lo que sucedía a mi alrededor, pero permanecía inmóvil, talvez como uno de los tantos efectos secundarios de tus besos.
Alguien dijo que tal vez un doctor podría extraer aquello que me impedía dormir tranquilo, y asi fué, una operación a los nueve años para alejarme de ti... durante un par de meses no volví a saber nada acerca de ti, pero claro, regresaste, siempre lo haces, la operación no sirvió de nada. Y alguien mas dijo: talvez unas pastillas puedan ayudarlo, y durante un par de años tomé varios medicamentos que me apartaron de ti, eso permitió que yo pudiera vivir tranquilamente lo poco que quedaba de mi infancia... si, por fin te habías ido.
Llegó la adolescencia, y automáticamente empecé a pensar en ti, frecuentemente me preguntaba a dónde te habías ido, qué había sido de ti; sabía que algún día nos volveríamos a encontrar, después de todo, tu y yo estamos predestinados a terminar juntos algún día; pero ya no te acercabas a mi como antes, me observabas de lejos, y solamente susurrabas sutílmente al viento, esperando que yo escuchara esos suaves llamados y me acercara a ti; en mi soledad yo te buscaba, y en varias ocasiones estuve a punto de dar el paso decisivo para acercarme a ti.
Ya ha pasado mucho tiempo desde que te acercaste a mi, y cada vez que empiezo a sentirme solo puedo notar tu presencia, cuando todo el mundo parece derrumarse tu te acercas un poco, extiendes tu mano y me ofreces amablemente tu compañia, pero la verdad es que... ahora me das miedo, ya no me atraes como antes, quizá en el futuro yo esté dispuesto a caer por fin rendido a tus brazos, pero por ahora no.
Apenas hace un par de horas me pregunté si talvez pudieras darme un abrazo y llevarme lejos de aqui, un beso talvez, como aquellos que me dejaban inconsciente, o posiblemente deslizar tus delicadas
Peace&Love